
Hay algo que siempre se repite en la pelea eterna entre Wanda y Mauro: las fotos y videos de sus hijos en redes sociales. No es un caso aislado, sino un ejemplo visible de un fenómeno que se extiende mucho más allá de la farándula: el sharenting.
El término combina share (compartir) y parenting (crianza) y describe la práctica de publicar imágenes, videos o información de niños y adolescentes en redes sociales, habitualmente por parte de sus seres queridos como madres, padres, tíos, etc. Puede parecer inofensivo, pero abre un debate profundo sobre privacidad, intimidad y derecho a la imagen de los niños, niñas y adolescentes.
Todo lo que subimos a internet deja un rastro: la huella digital. En el caso de los chicos, esa huella empieza antes incluso de que tengan su propia cuenta, ya que la mayoría de los adultos compartimos o hemos compartido imágenes niños, niñas o adolescentes. Y, una vez en la red, no hay forma de controlar totalmente su uso. Las imágenes pueden replicarse, manipularse o reutilizarse en contextos muy distintos al original y con el avance de la inteligencia artificial, los riesgos se amplifican.
En Argentina, el Código Civil y Comercial protege los derechos personalísimos de todas las personas, incluidas las personas menores de edad. Entre esos derechos nos encontramos a la intimidad, identidad, honor e imagen. Para usar la imagen de una persona se necesita su consentimiento, salvo excepciones limitadas. A su vez, la Convención sobre los Derechos del Niño y la ley de protección integral de los niños, niñas y adolescentes otorgan un plus de protección al garantizar el derecho a la vida privada y prohibir la difusión de imágenes que puedan afectar su dignidad o intimidad. Incluso con consentimiento de los padres, la ley prioriza el interés superior del niño.
Al mismo tiempo, la realidad es innegable: las redes sociales son un espacio más de socialización. Tal como lo son el club, la escuela o el trabajo. Es prácticamente imposible vivir el día a día ajeno a las redes sociales y excluirnos absolutamente de ellas podría tener efectos no buscados. Para esto la ley también nos da herramientas: la autonomía progresiva. Nuestro sistema legal comprende que no es lo mismo un niño que un adolescente y le reconoce facultades a medida que van adquiriendo el grado de madurez suficiente. Así los niños, niñas y adolescentes pueden y deben participar en las decisiones que los afectan, incluyendo cómo aparecen en internet, qué parte de su historia personal quieren compartir y a quien.
Tal vez el mejor filtro que podamos aplicar sea preguntarnos si esa imagen respeta su intimidad, quienes pueden verla y si le deja abierta la posibilidad de, algún día, elegir cómo quiere ser visto.
Por Abogada Luisina Flores Piazza
Instagram: @abogada.virtual
Tél.: 3476 624532
Web: legalesflorespiazza@gmail.com
Mat.: LVI119