
«Entre todos es más fácil», se lee en una publicación en la cuenta de Facebook de la Escuela de Educación Técnica Profesional N° 477 Combate de San Lorenzo, ilustrada con fotos que muestran a estudiantes trabajando en la reparación de bancos y sillas que forman parte del mobiliario escolar.
«Ayudemos y cuidemos», se propone en la misma publicación. Allí está el foco, de acuerdo a lo que expone Marcelo Curioni, director de la escuela, de este trabajo comunitario, que es «totalmente voluntario» en lo que concierne a la participación de los grupos de profesores y alumnos/as, pero que ya no es novedoso, sino que «se realiza con toda frecuencia», cuenta.
«Pedimos repetidamente al Ministerio de Educación de la Provincia los fondos para la compra de mobiliario», apunta Curioni, docente de enseñanza técnica. No hubo éxito para esa empresa. «Entiendo que todo es muy caro; un juego de mesa y sillas cuesta más de 150 mil pesos», añade el director, «y el monto dispuesto por el Ministerio ($ 400.000 para pedidos por formulario ordinario) quedó desactualizado». La otra opción es hacer un pedido especial, que debe ser acompañado «por tres presupuestos y lleva mucho tiempo» para su resolución. Por su parte, el establecimiento puedo, como mucho, «comprar tapas, asientos, respaldos, y reparar y para poner en disponibilidad lo que tenemos».
Todos juntos, los chicos y los grandes
De esas tareas de limpieza, pintura y reparaciones toman parte alumnos de todas las edades, repartidos entre 1er y 6° años de cursado. «Siempre con adultos responsables presentes y la supervisión de los profesores de taller, se distribuyen las tareas según la edad, los conocimientos y la experiencia en el manejo de herramientas», aclara el director. «Como tenemos tres turnos y las aulas están siempre ocupadas, a veces tomamos minutos de una hora de clase – por ejemplo, para la limpieza – y otras verces, los alumnos vienen y trabajan en contraturno», agrega.
Apuntalar la convivencia, el gran desafío a afrontar mediante estos proyectos
«Estas actividades mejoran la convivencia entre el alumnado (siempre, con autorización de sus padres) y entre el mismo y el grupo de profesores. Ahí está uno de los principales desafíos, porque una buena convivencia da un piso para realizar distintos proyectos: inclusivos, de reciclado, de clasificación de residuos; de todo tipo, en definitiva», considera Marcelo.
Así como se dijo más arriba que actividades como ésta no constituyen hoy una novedad en la vida diaria de esta escuela, sí lo es el canal que la directiva escolar decidió estimular: «Muchas veces cambiamos acciones disciplinarias por acciones de reparación. En lugar de poner una amonestación se inicia una charla y se hace una propuesta. Incitamos a que los alumnos tomen partido y de esa manera mejoramos bastante la convivencia», ilustra el dire, a quien sus 10 años en el cargo y sus 30 años como docente le señalan que «el daño a mobiliario es, muchas veces, producto de la descarga de frustraciones por situaciones personales, familiares». He allí un punto más donde fortalecer la convivencia adquiere relevancia.
«Estas acciones comprometen y da resultado hacerlas frecuentemente. Un aula que fue pintada por los alumnos será más cuidada por ellos mismos. Igual, nada dura para siempre, pero es una manera de lidiar con esto», finalizó Curioni.