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«Me gusta que seas tan caradura»: la carta que Francisco le escribió a un sanlorencino

A fines de 2018 y después de una formación que demandó más de 10 años, Franco Caramuto fue ordenado sacerdote. Menos de dos años después, el día de la primavera de 2020, se encontraba en la montaña, en una actividad grupal de trekking y meditación, cuando recibió una carta manuscrita de quien hacía siete años que era la figura máxima del catolicismo mundial: el propio papa Francisco.

La epístola, corta pero sustanciosa, no le llegó por azar a Franco. «Por entonces, yo daba clases sobre mística cristiana y formas de oración y de meditación, considerando a todas las religiones. En pandemia, se me ocurrió entrevistar a personas de distintas religiones y preguntarles cuál era su oración más personal», ubica en tiempo el hijo de Julio y de Anahí, «y se me ocurrió incluir a Francisco».

Es dable suponer que cruzar aunque fuera cuatro palabras con el papa era el deseo de millones de personas de todo el mundo. No muchas, claro, lo consiguieron. ¿Cómo lo logró Franco?: «Conocí a Jorge Bergoglio – el nombre verdadero del papa – cuando él era arzobispo de Buenos Aires. Nos cruzamos en ordenaciones de frailes amigos, en alguna peregrinación a Luján, pero nunca cruzamos más que un abrazo y un saludo», aclara. ¿Entonces? «Un amigo en común me dio su dirección de correo electrónico y me animó a escribirle», simplifica.

Franco dice que redactó «como si él hubiera sido un conocido de toda la vida. Con respeto, pero con mucha cercanía. Quiero decir, no le dije ‘Sumo Pontífice’ ni nada parecido». Apenas cuatro días después, plasmada en cursiva, arribó la respuesta de Francisco. Y si con cercanía escribió el sanlorencino, del mismo modo se expresó el papa: «Me gusta que seas tan caradura», puso, ya en el primer renglón.

«Me contó su forma de oración y pidió que rezara por él», resume quien hoy ha vuelto a la vida laica, tras renunciar voluntariamente al ministerio ordenado a mediados de 2022. «Francisco fue un personaje muy interesante y conocer su interioridad fue un gran gesto de su parte», agradece el protagonista de esta historia.

Los entendidos coinciden en que el religioso argentino fue una suerte de rupturista en las costumbres del catolicismo y, sobre todo, del Vaticano. Cuando Caramuto dejó los hábitos, debió escribirle otra carta a Francisco, porque así corresponde. «Me habría gustado contarle cuál fue mi experiencia dentro de la orden y los motivos por los cuales me fui. Quizás, mi testimonio habría servido porque hay muchas cosas de la vida clerical que, creo, van en contra del bienestar humano y que podrían modificarse», comenta, sin altisonancias.

Antes de irse a dormir tras trabajar durante toda la noche en la empresa familiar, Franco – quien para la Iglesia Católica no dejó de ser sacerdote, porque ello es un sacramento que se toma para toda la vida – abre su corazón: «Siempre fui muy liminal y esa carta llegó en un momento muy lindo de mi vida. Recuerdo ello con mucho cariño y me sentí muy apoyado por él en mi búsqueda de una apertura en lo religioso y lo espiritual».

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