
Un equipo de investigadoras del Conicet realizó una investigación en los jardines maternales de la Municipalidad de San Lorenzo para indagar sobre el uso de tecnologías en la infancia y cómo impactan en el desarrollo.
Olga Peralta es Doctora de la Universidad de Buenos Aires. Master in Sciences. Licenciada en Psicología Investigadora Superior del Conicet en el Irice, Conicet-UNR. Investigadora responsable del equipo de Desarrollo Cognitivo Infantil y Paula Díaz Licenciada en Psicología, diplomada en Educación y Nuevas Tecnologías, Profesora universitaria y doctoranda en Psicología. Becaria doctoral Conicet en el Irice, Conicet-UNR dentro del equipo de Desarrollo Cognitivo Infantil, quienes expusieron los resutados del estudio en el Auditorio del Complejo Museológico.
De la investigación también participaron Paula Arena (UNR) y Carola Di Ruscio (UAI).
El estudio pionero sobre desarrollo cognitivo infantil demostró que niños de apenas 2.5 años ya interpretan imágenes digitales convencionales (tablets y celulares) como representaciones de la realidad sin necesidad de supervisión adulta. El estudio, desarrollado en jardines maternales de San Lorenzo con niños de 2.5 y 3 años, contrasta esta habilidad con las dificultades que presentan ante dispositivos de realidad virtual.
Las investigadores diseñaron un juego experimental donde los niños buscaban objetos ocultos en una habitación física, usando solo imágenes digitales como pistas. Este enfoque permitió evaluar cómo interpretan las pantallas como «mapas» de la realidad.
Como conclusión, las investigadoras observaron que niños de apenas dos años y medio sostienen tablets con una naturalidad sorprendente. Sus dedos pequeños deslizan imágenes planas mientras resuelven un juego de pistas: buscan un objeto escondido en una habitación real usando solo lo que ven en la pantalla. Este sencillo experimento es parte de una investigación reveladora sobre cómo las nuevas generaciones descifran el mundo digital desde la cuna.
El estudio, enfocado en desarrollo cognitivo, descubrió algo fundamental: esos niños que aún gatean o dan sus primeros pasos ya interpretan las pantallas táctiles como ventanas al mundo real. Sin ayuda de adultos, entienden que las fotos en tablets o celulares son mapas que guían sus acciones. Aprenden de ellas, las usan para pensar y comunicarse. Pero la historia cambia cuando cambian las imágenes.
Al enfrentarse a dispositivos de realidad virtual –esos cascos que sumergen en universos de 360 grados–, los mismos niños se transforman. Pierden su autonomía. Necesitan que una mano adulta los guíe constantemente, que una voz les explique ese espacio envolvente donde las reglas son distintas. Solo hacia los tres años, tras seis meses cruciales de maduración cerebral, comienzan a entender esos nuevos mundos… pero siempre con un adulto al lado.
«Las pantallas planas son para ellos como libros ilustrados interactivos: las descifran instintivamente», explica Paula investigadora detrás del trabajo. «Pero la realidad virtual es otro lenguaje. Exige acompañamiento permanente». Este contraste refleja cómo los dispositivos que dominan nuestras vidas –tablets y celulares– han creado una generación que, antes de hablar con fluidez, ya desbloquea teléfonos y navega por íconos.
La investigación no ignora las alertas: recuerda que sociedades pediátricas y la Organización Mundial de la Salud recomiendan cero pantallas antes de los dos años. «La tecnología llegó para quedarse –reconoce la especialista–, pero no es lo mismo un niño solo ante contenidos aleatorios que uno que explora imágenes educativas con sus padres». El mensaje final es claro: en un mundo de pantallas inevitables, la clave está en elegir bien qué ven, por cuánto tiempo y, sobre todo, en no dejar sus manos solas en ese viaje digital.