
No pudo ser. Después de su conmovedor triunfo del miércoles, Luna Cinalli cayó ante la búlgara Rositsa Dencheva (número 44 en el escalafón mundial de juveniles pero que ya está rankeada entre las profesionales del circuito ATP) por 6-0 y 7-5, en 1 hora y 13 minutos de juego.
La Épica de Ricardone no pudo tener segundo episodio en París. Quizás, el supremo esfuerzo físico y mental que le demandó a Luna conseguir la victoria ayer la cayó con todo su peso hoy. Dencheva, con mayor potencial físico y casi dos años mayor que la ricardonense, entró al partido como honrando al Viento Nebuloso de su país, ese que desde el Mar Negro genera niebla y confusión: en sólo 21 minutos, se llevó el set por 6-0, ante una tenista argentina apagada y dada a cometer una cantidad de errores no forzados inaudita; incluso, para una tenista que aún está en formación.
Luna pudo volver – o llegar, tal vez – al juego cuando se encontró 0-4. Jugando sus fichas a su drive , empezó a recuperar terreno, mientras su antagonista parecía perder algo de concentración. Como fuera, Luna barruntó el panorama y ofrendó un concierto de winners con su derecha, ésa que algunos ya cuentan como una de las mejores del mundo junior; quebró dos veces y en poco rato, llevó el set a 4 iguales y luego, a 5-5.
En el undécimo y hallándose al saque, la europea recuperó apostura y dejó en cero a Cinalli para ponerse 6-5. Pero ya vimos que nuestra chica no se arredra por fuerte que sople el viento: no se dio por enterada de la situación y enseguida estaba 40-15, a punto de mandar el set al tie break. Pero Dencheva no dio chance: aprovechó su primer match point y se llevó el set 7-5 y el pase a semifinales.
Tras su derrota, alguien deslizó acerca de Luna: «Lo positivo es que estuvo abrumada pero decidió que no quería que fuera así y quiso llevarse algo. Eso habla de su carácter». Vaya que sí. En estos días en la Ciudad Luz, el tenis mundial supo que hay una jovencita nacida allá, en el sur del globo, que cuenta con eso que no todos tienen; eso que anida en las vísceras, en el alma, y que es esencial. Eso que no se mide por estadísticas ni por biométrica: la fuerza irredenta y capaz de cambiar el curso más intrincado de las cosas. Sí, Luna la tiene. Y bien puede seguir detrás de su sueño declamado: «ganar Roland Garros». La Épica de Ricardone tendrá más episodios, seguro.
Habrá más Luna de París. A no dudarlo.