
«¡Dale campeóoooon, dale campeóoooon!», entonaban este domingo los integrantes del equipo argentino de MMA en San Pablo, Brasil. «¡Dale campeóoooon, dale campeóoooon!», seguían, mientras abrazaban a una persona de estatura pequeña pero de corazón y talento gigantescos. Ahí estaba Camila Canut, conmovida y agradeciendo y correspondiendo el saludo de cada uno de sus compañeros. No importaba la licencia gramatical, porque «Dale campeón» es el cántico eterno de festejo, sin importar el género de la persona aclamada.
Camila se había consagrado Campeona del Mundo de MMA (Artes Marciales Mixtas, por sus siglas en inglés) en el Gamma World MMA Championships y en categoría hasta 61,2 kg. Una vez más, Campeona del Mundo, como en taekwondo ITF (2013; 2016; 2024) y en kickboxing (2015 y 2017). Por sexta vez en su vida, ¡nada menos!, es la mejor del planeta en lo que hace. Y aún así, se arrodilló emocionada al ganar la final y vertió lágrimas en el festejo con los suyos.

«Todos los títulos son particulares. Venía de una racha de finales perdidas: Finlandia 2023. Argentina 2024. Es duro», explica la campeona, en uno de los pocos momentos en que no ríe durante la entrevista. «Todos los momentos tienen mucha historia atrás, de ésa que nadie ve. Entrenamientos, lesiones, llantos, días lindos y días horribles», agrega, Y ahí no termina la historia: «Me rompí los cruzados, me operé (diciembre de 2023) y costó mucho estar al 100%».
Se entiende, entonces, que la celebración tuviera su cuota de desahogo. Además, el combate final ante la española («prefiero no decir su nombre, por respeto», menciona Camila, sorprendiendo gratamente con su deferencia para con la derrotada), fue más que duro: «Ella es muy fuerte y bastante más alta que yo. El primer round fue parejo, pero el segundo lo dominó completamente. No pude encontrar espacios», cuenta, y muestra cómo a veces, los intangibles son el motor de la épica: «Para el tercer round, sabiendo que estaba complicada, mi entrenador me dijo que para ganar iba a tener que dejar todo y un poco más, y encontró las palabras justas para enfocarme de nuevo en la pelea». Y se enfocó. Y es campeona del mundo otra vez.

«You’ve come a long way, baby» («Has recorrido un largo camino, muchacha»)
Camila comenzó a practicar taekwondo a los 8 años. Ya a los 17, a pura buena figuración en los torneos selectivos, tuvo su primera cita mundial: en Wellington, Nueva Zelanda; en el Mundial Juvenil ITF de 2011. Perdió en semifinales («fue decepcionante», dijo oportunamente) pero alcanzó la medalla de bronce, lo que al cabo, la llevó a concluir en que «para ser mi primera vez, es más que suficiente».
Desde entonces y hasta acá, pasaron podios y más podios, y títulos y más títulos: sudamericanos, panamericanos y, se dijo, seis cumbres mundiales. «¡Y quiero más!», exclama, riendo una vez más, la chica que a sus 31 asegura que «con compromiso, responsabilidad y DISCIPLINA (las mayúsculas son de ella) todo se puede».
Compromiso, responsabilidad, disciplina. Tres sustantivos que obran como unos de sus motores que la llevan a, cada día, entrenar en doble turno no menos de 3 horas diarias en un gimnasio en Rosario y, a la tarde, dar clases de taekwondo para todas las edades, en su Bermúdez y en el Club Independiente, de Ricardone. Los otros motores: su mamá, Claudia, y su hermano, Elián, el «Turquito», en honor a su papá, el «Turco».
«No puede cambiar de pasión»
«Mis entrenadores son Lucio Gianni, Sebastián Luraschi y Martín Aguirre. Mi preparador físico, Martín Zuliani. Y mi kinesiólogo, Juan M. Lanza», enumera agradecida, esta deportista que hoy representa a la Escuela MAS y que para llegar a esta consagración mundial afrontó tres combates; dos, el sábado, y uno, el domingo, la final ante esa europea que «posta, pegaba fuerte», admite, y su risa, otra vez, corona su confesión.
«El nivel de este campeonato fue altísimo. Todos los competidores, en todas las categorías, mostraron muchísimo nivel técnico, táctico, físico. Fue durísimo», describe, y aunque no es su intención, con esas palabras no hace más que realzar su performance y su logro. «Yo vivo por y para esto. Me lo merecía; tenía que ser así», afirma, conmovedora.
«Vivo a mi manera y soy feliz con lo que hago», destaca antes de avisar que va a cerrar sus ojos «un ratito». Y sí: la mujer de mil combates necesita descansar en el viaje de regreso (con gloria, qué tanto joder) a casa. Pero antes:
– ¿Por qué combatís, Cami?
– «¿Te das cuenta, Benjamín? El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios, pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín…
«No puede cambiar de pasión».
Después de citar la famosa escena de «El secreto de sus ojos», Camila Canut duerme. Que sea en paz. Eso también lo merece.