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Desde San Lorenzo hasta Puerto Iguazú en moto, por amor a la aventura

Roberto Deotti tiene 77 años de edad y vive en la Ciudad Histórica, donde es propietario de un taller de reparación de compresores en el que aún trabaja cada día. «Me siento pleno; no tengo impedimento alguno; me gusta, y me mantiene despierta la mente», aduce, ante la natural extrañeza que genera conocer que se mantiene laboralmente activo y productivo a su edad. «Y me ayuda económicamente», agrega, sonriente, como si hiciera falta.

«El loco» Deotti, como es conocido en San Lorenzo, se apresta a nada menos que unir en motocicleta a esta ciudad con la de Puerto Iguazú, en Misiones; «la puerta de las Cataratas», como él la define. ¿Por qué? «Porque siempre me gustó la aventura; por eso me dicen ‘Loco'», responde, como si fuera lo más natural de la vida. «Podría haber elegido cualquier destino, pero se me ocurrió éste», agrega, simple.

Este hombre transmite la sensación de estar saboreando por anticipado los matices de una travesía en la que se hallará, sabe, «solo conmigo mismo y con mi moto». Imprescindible, la dos ruedas es una NSU de 250cc de fabricación alemana y que data de 1956. Nacido en 1947, bromea: «Somos de la misma generación», como si eso supusiera un entendimiento intangible.

Ahora bien: ¿qué desea encontrar Roberto con la cristalización de este viaje? «Sorpresas; estoy abierto a la aventura. Y otras vivencias, de gente que piensa diferente, que cargue con otra cultura, que tenga un punto de vista diferente de la vida», afirma, sin vacilar un sólo segundo. Y es que ya tiene definido cubrir los 1200 km de itinerario haciendo tantos altos como se le ocurran: «He ido a fiestas en aldeas alemanas de Entre Ríos, que están sobre la ruta 12. Voy a ir entrando a esos y otros poblados», anticipa, decidido a asimilar esas vivencias que imagina.

El dinero no importa

Lo único que Deotti admite tener claro en cuanto a la inversión dineraria es el gasto de combustible. «Serán unos 120 mil pesos entre ida y vuelta, de acuerdo a la autonomía de mi moto con tanque lleno. Por lo demás, llamaré a casa y pediré que me vayan cargando la tarjeta», dice, riendo de buena gana, pareciéndose a un joven satisfecho con el resultado de su mejor travesura. «Veré qué como y dónde me alojo: hotel, cabaña, moto albergue; lo que sea», abona aún más el escenario de aventura.

El apoyo de la familia

El protagonista tiene esposa, María del Carmen, quien lo «apoyó desde el minuto cero», asevera. Pero no lo acompaña «porque tiene miedo a las motos. Ya me acompañó en otras aventuras, pero sobre cuarto ruedas», aclara. También hay hijos, sobrios y nietos, los cuales «están chochos de la vida», asegura.

Como en el fin de los tiempos

Además del costo del combustible, hay una sola cosa más que el Loco Deotti sabe de antemano: no viajará de noche ni bajo la lluvia. Pero sí, que lo hará como si estuviera en el fin de los tiempos, sin relojes ni mañanas urgentes. Allá irá, Roberto, provocando sana envidia con sus ganas, aún a los 77 años. Que la aventura lo acompañe.

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