
No son muchos los nacidos o afincados en la Ciudad Histórica que pudieron conocer en persona a quien hasta hoy fue la autoridad máxima del catolicismo. Un apretón de manos, una palabra, una caricia, una mirada; todos, gestos que marcaron – probablemente, para siempre – a las personas que lograron esa suerte de comunión directa con Francisco, el nombre elegido por Jorge Bergoglio para su ejercicio como papa.
Aquí se replican las historias contadas a este medio por los propios protagonistas.
Doctor Abel Klis
Natural de Capitán Bermúdez, el cardiólogo atiende hace más de 30 años en esta ciudad, donde vive. Pudo hablar con Francisco el 9 de septiembre de 2015, según recuerda con precisión, y gracias a su amigo Héctor Zordán, también bermudence y hoy, obispo de Gualeguaychú.
«Con Héctor charlamos siempre sobre cuestiones pastorales, con consensos y disensos. Aprovechando que yo asistiría a un congreso en Roma, le dije que me gustaría conocer a Francisco», repasó Abel.
«Yo había visto, pero sólo eso, a Juan Pablo II y a Benedicto XVI, en la plaza San Pedro. Cuando le hice el pedido a Héctor, me contestó ‘Voy a ver’. El tema es que para acceder a conocerlo, el Vaticano hace una investigación muy exhaustiva», ilustró Abel. «Cuando ya creía que nada sucedería, más de un mes después, recibí un mail en el que me convocaban, con fecha y hora, para poder conocerlo», agregó.
«Ese día había una cola como de 50 personas. Con mi esposa, ingresamos a la Capilla Sixtina por donde está la Guardia Suiza. Francisco recorrió la plaza en un carrito y luego, vino a saludarnos. A todos les daba la mano y seguía camino, pero cuando llegó a mí, le dije: ‘Francisco, te manda saludos el padre Héctor’. Me miró a los ojos y me pidió por favor que le devolviera los saludos a mi amigo. Hablamos unos 30 segundos, que para el caso fue un montón», describió con alegría.
«Era un tipo tan simple que hasta pude tutearlo. Y tan humilde que no me generó intimidación, sino todo lo contrario», concluyó Klis, quien en su cuenta de Instagram posteó este lunes: «NUNCA olvidaré esa mirada profunda, tu humildad y tu compromiso con los más desprotegidos».

Micaela López
Junto a su hermana Virginia y a su cuñado Sebastián, esta tripulante de cabina internacional tuvo «la bendición de conocer» a Francisco en marzo de 2015. El hecho concitó la atención de medios periodísticos de la ciudad y la región, y la foto en la que se ve a los tres junto al entonces papa y que fue replicada en los medios gráficos fue tomada por L’Osservatore Romano, el periódico del Vaticano.
«Me llena de amor recordar ese momento; todavía lo vivo con emoción», expresó Micaela. «Fuimos a la audiencia papal y cuando terminó la misa se acercó a saludar a todos los que estábamos a un costado del atrio. Le contamos que éramos de la ciudad de San Lorenzo; nos dijo que sí conocía y bromeó acerca del cuadro de fútbol homónimo del cual era fanático», recordó, en detalle. «Mi cuñado había llevado una camiseta del Ciclón que pertenecía a su papá y me llamó la atención haberlo visto apoyar su mano encima de ella durante todo el ratito que estuvo charlando con nosotros».
«Fue muy dulce en sus palabras», definió quien en la foto mencionada está tomando la mano de Francisco. «Siempre sonriendo, nos dio la bendición y hasta le arrancamos una carcajada cuando le dimos unos alfajores santafesinos que le habíamos llevado. Sabíamos que era muy dulcero y le encantaban los alfajores», contó también.
«Lo llamábamos Jorge porque le gustaba que le dijeran así. Se sentía como una persona familiar, como un amigo. Muy sencillo y muy humano. Fue una experiencia maravillosa y lo recordaré con mucho cariño; eso fue lo que él nos transmitió ese día. Nos fuimos con mucha paz de ahí. Un ser fuera de lo común».

Martín Anibalini
«No hay forma de dimensionarlo», admitió este empleado de una industria del Cordón que en septiembre de 2023 vivió la experiencia – seguramente, irrepetible – de que Francisco tomara en brazos a su hijo Dante, quien tenía 8 meses de edad, y le diera su bendición.
«Con mucha antelación tramitamos por internet la habilitación para poder ingresar a la plaza», comentó Martín. Y su experiencia en viajes anteriores terminó siendo decisiva para la historia que él y los suyos vivieron: «Yo ya había estado en la plaza y les dije a mi esposa y a mi papá, que estaban conmigo, que nos ubicáramos en un lugar preciso porque sabía que Francisco pasaría cerca nuestro», explicó, y su sagacidad dio resultado: «Cuando él pasó por donde estábamos, levanté en brazos a Dante y grité ‘¡Francisco!’. Siguió de largo, pero a los pocos metros, hizo que el chofer se detuviera».
Entonces, «vino un guardia, tomó a Dante y lo llevó a donde Francisco, y él le dio la bendición». El cometido de Martín estaba cumplido. Pero eso no fue todo: «De repente, empezó a acercarse gente que quería sacarse fotos con mi hijo, o tocarlo. Una señora le tocó la cabeza y se tocó su panza. Lo que sentí fue inexplicable: fue como si buscaran una transmisión de algo».
